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2 marzo, 2018 / Oblatas
La historia de Cecille
  • La soledad y la pobreza son el factor común en muchas vidas como las de esta mujer de nuestro proyecto de Filipinas

Cecille es una de las mujeres que forman parte del proyecto oblata en Filipinas. “A una edad muy temprana, mis padres se separaron y las calles se convirtieron en mi hogar”, señala. Sola, sin nadie que la ayudase y sin poder asistir a la escuela, Cecille robaba especias en el mercado local, y la mayor parte del dinero la utilizaba para comprar droga.

A los 15 años, un amigo la introdujo en el mundo de la prostitución y al cabo de unos meses estaba embarazada de su primer hijo. “Cuando di a luz, entregué a mi hijo a una pareja a cambio de 1.500 pesos, además de la cuantía de las facturas hospitalarias”, explica Cecille.

Estancia en la cárcel

El mismo día en que salió del hospital, fue detenida por consumo de drogas y encarcelada durante un año. Por medio de unos amigos supo que su hijo había fallecido por fiebre alta.

Cuando salió de la cárcel volvió a la prostitución. Un cliente habitual la dejó embarazada de su segundo hijo, y cuando se enteró de ello se negó a volver a verla, reemplazándola por su mejor amiga. Al estar embarazada no podía recibir clientes, por lo que se convirtió en proxeneta de sus amigas y compañeras.

Encuentro con las Hermanas Oblatas

Cecille cuenta que cuando tenía diez años solía visitar el centro de acogida de las Hermanas Oblatas, ya que sabía que allí podía encontrar ayuda. Fue donde volvió para dar a luz, desde donde la trasladaron al centro residencial debido a un incendio que se produjo cercano al lugar y que amenazaba la seguridad de quienes estaban allí. En ese momento no planeaba quedarse con las Hermanas Oblatas, pero al estar con otras madres solteras que habían vivido situaciones similares a la suya, decidió quedarse.

Al dar a luz tuvo que quedarse con su bebé en el hospital durante bastante tiempo, ya que ambos estaban infectados de sífilis. “Las hermanas nos acompañaban por las noches y nos administraban los medicamentos. Fueron mi fuente de consuelo durante mi terrible experiencia en el hospital”, indica.

Cecille aprendió a cuidar de su hijo y a ahorrar dinero para su futuro. “Aprendí también a no volver a caer en mis vicios por el bien de mi hijo”, explica Cecille. “No recuerdo si fui alguna vez a la iglesia cuando era niña, fue cuando me quedé con las Hermanas Oblatas cuando conocí a Dios”. Hoy, Cecille trabaja como interna con una familia que la han acogido a ella y a su hijo. Han pasado más de siete años desde que dejó la prostitución. Su hijo ya está en la escuela, caminando hacia un futuro mejor.

Puedes leer la historia original aquí.

 

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