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27 Febbraio, 2020 / Oblatas
28 de febrero, aniversario de la Pascua de Madre Antonia

Entrando en el tiempo de Cuaresma, conmemoramos los 122 años del fallecimiento de nuestra fundadora. Una ocasión en la que recordamos su itinerario pascual, pero también en la que reflexionamos acerca de cómo, durante su vida, fue una mujer capaz de descender desde la Corte hasta los contextos menos favorecidos y, así, dar la mano a las mujeres que la sociedad de su tiempo empujaba hacia los márgenes. ¿Qué talla interior tendría esa mujer que fue capaz de hacer ese largo recorrido?

No solo sus pies, sino su mente y corazón hicieron esa larga travesía de conversión, que la llevó hasta la decisión de fundar nuestra congregación de  Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor para continuar la misión de acoger y acompañar a mujeres en situación de prostitución. Un camino como congregación religiosa de cuyo comienzo, además, este año celebramos el 150 aniversario.

El 28 de febrero de 1898, Antonia Mª de la Misericordia fallece en Ciempozuelos (Madrid), y su fama de santidad pronto comienza a difundirse y propagarse, por las gracias y favores que Dios concede por su intercesión.

La Iglesia reconoce a Antonia como Venerable el día 7 de julio de 1962 y a ella muchas personas siguen confiando como intercesora. Por este motivo, en una ocasión especial como es el aniversario de su paso al cielo, compartimos un testimonio de una participante de un proyecto de España, así como algunas peticiones y agradecimientos  a la Madre Antonia, hechos a  través de nuestra web, a los cuales puedes unirte encendiendo una vela aquí.

Mi querida Madre Antonia:

Con motivo de su aniversario me han pedido que le escriba una carta, Si soy sincera, no sé cómo empezar, pues son tantas las cosas buenas que Ud. hizo en este mundo, que necesitaría un metro de papel y me quedaría corta.
M. Antonia, quiero darle las gracias por esas hijas que nos ha dejado por el mundo adelante; con sus manos pequeñas y un corazón grande hacen cosas de auténtica grandeza. Gracias a ellas, la mayor parte nos sentimos útiles, tenemos un poco de paz y un poco de pan para comer día a día. Gracias a Ud, y a sus hijas, la sociedad nos ve como personas útiles y como tales nos sentimos útiles.

Si alguien hizo una obra que merezca ser reconocida como humana y humilde, ésa es Ud. y sus obreras, que saben cómo empezar a hacer una digna vivienda y siempre están dispuestas a hacer lo que sea por un ser vivo.
Yo personalmente vi la luz el día que me encontré con una hija suya. Pues gracias a eso, hoy tengo un techo donde vivir. Me siento feliz de estar con mis compañeras, en esta santa casa, pues bendita la hora que la puerta de su corazón.
Sé que me quedan muchas cosas por decir, pero sólo quiero darle las gracias, porque aquí me siento más humana. Y con esto creo que puede descansar en paz, ya que aquí, con nosotras, quedan sus hijas para seguir luchando.

Gracias, Madre Antonia.


 

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