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14 September, 2021 / Oblatas
145 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE OBLATAS EN BENICASIM

El 4 de septiembre 1876 da inicio la fundación de la casa de Benicasim. Desde la Comunidad de Benicasim nos comparten que lo celebraron “dando GRACIAS a Dios y a los Padres Fundadores que a través de las mediaciones dieron comienzo a la misión, siendo nuestra obra reconocida y muy querida por los benicenses hasta el día de hoy.

Lourdes Perramon (M. General,) que se encontraba en la comunidad, nos acompañó este día.

Damos gracias al Señor por el legado que nuestros Padres Fundadores pusieron en nuestras manos y por las mujeres, Marías y hermanas que han vivido en esta casa a lo largo de estos 145 años, y les pedimos que como ellas, hoy nosotras, seamos en esta tierra, en este pueblo de Benicasim testigos de su Reino”.

A continuación compartimos un escrito, que para la ocasión, escribió la hermana Inmaculada Ruíz de Balugera Ruíz de Larrea:

Benicasim entre naranjos. Hace 145 años

Corría la primavera en Benicasim, precioso lugar, a donde acudían los Fundadores un 28 de mayo de 1876 invitados por el matrimonio formado por Don Francisco Oliveras y Andrea Mut. Estos habían conocido al Señor Obispo y a Antonia de Oviedo en Madrid poco tiempo antes y se habían entusiasmado con la Obra de las Oblatas recientemente iniciada. Tanto fue así que, se decidieron a donar una casa y una finca que tenían en Benicasim. Además una hermosa capilla equipada con todo lo necesario. Antonia dice: este rincón es “un paraíso terrenal perfumado de naranjos en flor y una cantidad de rosales”.

Don Francisco Oliveras se comprometió a hacer las obras necesarias para adecuar la quinta a la nueva función, la del Asilo.

Los primeros días de septiembre, el día 4 del mismo año llegan los fundadores con varias hermanas y queda constituida la fundación.

Todo no fueron rosas y la contradicción y las dificultades aparecieron bien pronto. A los pocos días se presentan en el Asilo algunas mujeres del pueblo para llevarse sus enseres que los habían prestado para producir buena impresión. La nueva comunidad con la madre Marta al frente sacan fuerzas de flaqueza y empiezan a recibir mujeres a la vez que la Providencia se hace generosamente presente.

Al poco tiempo muere Doña Andrea Mut y Don Francisco comienza a mostrarse exigente con las hermanas y poco condescendiente con las mujeres, hasta el extremo de pretender que abandonasen el Asilo. Serra tuvo que mediar y se logró la reconciliación.

A este respecto escribe Antonia: “Todo está aquí encantador, el ambiente perfumado por el exquisito aroma de los naranjos en flor y de los rosales cargados de rosas que respiran también paz y alegría; es el Benicasim de otros tiempos, y mejor, porque estamos exentos de mezcla y cumplimientos con extraños.”

Hay que recordar al sacerdote Don Marcelino Sampere, que les regaló una casita al lado del Asilo, dinero en metálico y música. Este señor siguió favoreciendo a las Oblatas en Valencia y más tarde en Santiago. Así como tampoco hemos de olvidarnos del Padre Nicanor, benedictino, que les sirvió un tiempo de capellán.

Al año siguiente en 1877, Serra impone el hábito a Doña Vicenta Flors, piadosa señora que en Castellón, ciudad muy próxima a Benicasim atendía a mujeres con problemática similar a las de Benicasim donde se agregan.

Hay múltiples anécdotas y cada cual más entrañable del P. Serra y Antonia con las mujeres. Van varias veces a Benicasim y además se da la circunstancia que tienen que frecuentarlo por la proximidad a Valencia a Alacuas a Tortosa y Tarragona donde se van haciendo fundaciones. Era parada obligada que la vivían los Fundadores la comunidad y las mujeres como una fiesta. La bondad del clima, la belleza del lugar, con el mar manso y templado, la sombra de la montaña y la alegría de las mujeres que se van recuperando y poniendo de pie con el viento benigno del mar, y el cuidado solicito y paciente de las primeras oblatas.

Y… en el otoño de 1885, nueve años después, llega Serra cargado de años, de quebrantos, de incomprensión y con un estado muy frágil de salud. Con una fe inquebrantable va a iniciar la última etapa de su peregrinación en el convento carmelitano del Desierto de las Palmas. Abajo, en el mar, la comunidad y las mujeres susurran plegarias al ritmo de las olas haciendo compañía a la soledad de José María Benito Serra, su Padre y Fundador.

Y, Oh! Casualidad otro cuatro de septiembre de 1886 llega un aviso del Padre Prior del Desierto a la comunidad anunciando la inminente partida de Serra a la casa paterna, la angustia y el llanto se hacen presentes en la comunidad a la vez que la superiora, Madre Inés de San Alfonso, y un grupo de Hermanas acuden raudas a la montaña bendita.

El Padre Isidoro de la Cruz narra el postrer momento de Serra: “El miércoles, a las once de la mañana, se le administró la santa Unción, con conocimiento, y llegó a decir: Veo que llega mi fin; dejad que tranquilo eleve mi espíritu a Dios; y a los tres cuartos para las tres murió en mis brazos, con una paz y una tranquilidad que daba envidia. R.I.P.”

Los religiosos estaban cantando vísperas solemnes de la festividad de la Natividad y entonaban el Magníficat, cuando el Señor se sirvió acogerlo en un abrazo para siempre.

Han pasado 145 años. Y hoy sigue la comunidad de Benicasim ofreciendo acogida, alivio y gozo profundo a tantas hermanas oblatas que con el corazón rebosando de paz y lleno de nombres, susurran plegarias por toda la familia oblata y agradecidas proclaman: “Magníficat anima mea Dominum”.

4 de septiembre 1876 y 2021.


 

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