Home » Fundadores » Inicio de la Congregación
«En los comienzos, 1864 – 1869, Mons. Jose Maria Benito Serra y Dña. Antonia María de Oviedo no tienen intención de fundar una congregación. Su objetivo es abrir una obra social, una casa-asilo para las mujeres que salían del hospital de San Juan de Dios y que, por diversos motivos, no podían ser admitidas en las instituciones del momento.
La experiencia con las congregaciones que han colaborado en el asilo les ha ido llevando a descubrir la necesidad de una nueva congregación dedicada totalmente a esta obra. En esta época es cuando se gestan las constituciones y se define el fin de la misma:
El Instituto de Oblatas del Santísimo Redentor ha sido fundado para que las religiosas que lo componen trabajen acogiendo e instruyendo [a las chicas], abriendo para ello asilos gratuitos donde se las recibe sin restricción alguna«
«Aquí empieza la segunda fase del Asilo de Nuestra Señora del Consuelo, convertido ya en comunidad religiosa. El día 2 de febrero de 1870, llena de celestial alegría, doña Antonia María de Oviedo, con el nombre de Antonia María de la Misericordia, vestía, con una sola compañera, que luego también la abandonó, el pobre y sencillo hábito religioso color ceniza […]
La vida pobre y trabajosa de las Oblatas tenía poco aliciente. La obra era difícil, la pobreza grande, los tiempos desastrosos; pero no faltaban almas grandes y generosas llenas de celo por la gloria de Dios y deseosas de abrazarse con la cruz y como nuestro Señor quería llevar adelante la obra comenzada, se dignó llamar para ella a Doña Gertrudis Conde, de la ciudad de Valladolid, que ingresó en la comunidad el día 1 de Junio de 1870.
Todo el tiempo que el Señor Obispo estuvo en Roma siguió al frente del Asilo la Reverenda Madre sin moverse para nada más que para ir alguna vez a Madrid por urgente necesidad.
Muchas angustias tuvo que sufrir por la falta de noticias del Señor Obispo que llegó hasta a temer por su vida a causa de los trastornos políticos que hubo en Roma, pero al fin tuvo el consuelo de verle llegar a fines de este mismo año
El día en que la Iglesia celebra la fiesta de la Inmaculada Concepción de María Santísima, vistió el Santo hábito la postulanta Gertrudis Conde con el nombre de Gertrudis del Sagrado Corazón de Jesús.
Año 1871
En este año ingresaron tres aspirantes: Práxedes Giraldo, Marta Valle y Pilar Tando; la joven Práxedes tomó el hábito en este mismo año.
La Reverenda Madre permaneció en el Asilo hasta finales del mes de Junio, en que por prescripción facultativa tuvo que ir a tomar baños de mar a Luanco, pasando algunos días en Mieres del Camino con la Señora Marquesa de Campo Sagrado, una de las hijas de la Reina María Cristina, a quien la Reverenda Madre había educado. Se detuvo en este viaje más tiempo del que pensaba, por haberle sido pedida una fundación en Oviedo que al fin no se pudo efectuar porque no proporcionaban los medios indispensables para sostener un Asilo […]
La Reverenda Madre regresó a Ciempozuelos antes de finalizar septiembre y a los pocos días de su llegada recibió una carta de París de Su Majestad la Reina Isabel II pidiéndola que se encargara de la educación de sus hijas, sin duda la Augusta Señora no debía saber que había ya tomado el hábito.
Contestó la Madre con la mayor atención a Su Majestad y le contó el compromiso que había contraído con Nuestro Señor por lo cual le era completamente imposible acceder a sus deseos.
Mucho sintió la Reina esa contrariedad y en vista de que la Reverenda Madre no podía aceptar el cargo que le había propuesto, la suplicó que le buscara una que reuniera sus condiciones y que la acompañara a París. La Reverenda Madre hizo enseguida las diligencias y cuando hubo encontrado la institutriz la acompañó llevando a efecto este viaje en el mes de noviembre. Se detuvo algunos días al lado de Su Majestad y su real familia para informar a la referida Institutriz en los deberes de su cargo.
En este año se recibieron 11 acogidas, de una de ellas se sabe que fue excelente colegiala ayudando en todo lo que podía a los padres Fundadores con grande interés. En recompensa de su buen comportamiento y su perseverancia quisieron darle el hábito de hija de casa que era el premio que tenían determinado dar a las que lo merecieran, para asegurar su perseverancia; pero antes de llegar a tomarlo se cansó de la vida de penitencia y a pesar de todas las reflexiones que se le hicieron para detenerla se volvió al mundo y se casó en cuyo estado pasó un verdadero martirio como ella misma se lo confesó a una de sus antiguas compañeras del Asilo diciéndola que envidiaba su suerte.
La pobre muchacha enfermó gravemente a causa de sus muchos sufrimientos y murió en el Hospital destituida de todo humano consuelo […]
Antonia María de la Misericordia describe en una carta, enviada a José María Benito Serra, – que en ese momento se encontraba en Roma por el Concilio Vaticano I -, una fotografía en la que se la ve junto a Pepita, una de las primeras chicas acogidas. Para ella, esta imagen muestra lo que es la obra de la congregación.
«¡Muy felices Sr. Obispo!, Padre nuestro querido, ¡muy felices! Se los vengo a dar, si no en persona, a lo menos en retrato. Espero que le gustará, a mí me gusta mucho, encuentro tanta paz, tanta placidez en mi fisonomía, que me gusta más que ningún otro retrato mío. Pero esto no lo es propiamente mío, es el de la Obra, da la idea santa de la Fundación. Una muchacha arrepentida que contempla en la imagen de Jesús Crucificado […] la amorosa redención». (marzo/1870)
150 años han pasado desde que la obra social se convirtiese en un instituto de vida consagrada y hoy, tal como señala en una carta a la congregación Lourdes Perramon, superiora general, “sabemos que esa incipiente familia oblata se ha extendido por el mundo, acogiendo el envío siempre nuevo de Dios que, a través de tantas hermanas, ha ido tomando rostro concreto en países y culturas».
Este envío lo han «sentido también como propio muchas otras personas que se han dejado tocar por la realidad de las mujeres en contextos de prostitución gestando juntos y juntas mesas de fraternidad, hogares de acogida y sanación, oportunidades de aprendizaje y empoderamiento y, en definitiva, espacios de vida y de redención compartida».
Celebrar los 150 años del inicio de la Congregación, en el contexto de la etapa postcapitular, «aporta contenido, esperanza y densidad a lo que formula el horizonte congregacional: es vital ser, sentirnos y actuar como CUERPO CONGREGACIONAL, en este envío que nos hace Familia Oblata».
«Todo aniversario tiene mucho de encuentro y compartir. Lo celebramos en clima orante, agradeciendo la fidelidad y fecundidad de Dios, manifestada desde los primeros pasos de Madre Antonia y Padre Serra, hasta las rutas y cruces que se nos invita a transitar en este sexenio. Vivamos en comunión en ese día, cada cual, desde su realidad concreta, como comunidad de hermanas y con la familia oblata, sintiéndonos conectadas desde el carisma que compartimos y nos convoca».
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